domingo, 22 de septiembre de 2013

Tregua y recuperación

Después del láser inicié un periodo de progresiva mejora. Continué con mis buenos hábitos, aunque quizás en alguna época aflojé un poco. El doctor Nadal me dijo que ya me podía considerar satisfecho y que no esperara más mejorías. La verdad es que, aunque las pruebas de las revisiones no arrojaban cambios, yo sí notaba una mayor agudeza visual con el paso del tiempo.

De todas maneras, tuve que adaptarme para realizar algunas de mis tareas ordinarias. El impedimento mayor era la lectura, pues aunque recuperé visión no podía ―ni todavía puedo― leer un texto con una fuente de 12, 14 o 15 puntos.

Por mi trabajo, que me pide recurrir constantemente a la lectura, hice varias cosas. No podía utilizar mis gafas de antes, pues mi grado de visión oscilaba en periodos de tiempo muy cortos. Así que pedí a mis colaboradores que me pasaran en Word, con letra grande, los textos que debía leer cada día. Empecé con letras de 30 puntos, y fui bajando progresivamente hasta 18. Además, para leer libros, revistas o periódicos, comencé a utilizar lupas o lentes de aumento. En el ordenador, aprendí a ampliarme la visión en pantalla y comencé a utilizar fuentes claras y grandes. Me compré agendas nuevas, más grandes, donde anoté con letra gruesa todos los datos. Y procuré que el teléfono móvil también tuviera una pantalla grande, con teclas y números bien legibles.

Lo que no quería, en ningún caso, era quedarme quieto y dejar de hacer mis actividades cotidianas. Tampoco dejé de conducir, y debo decir que nunca he tenido problemas en este sentido. Al contrario, el esfuerzo por aguzar la vista y conservar la visión panorámica creo que ha contribuido positivamente a mi mejora, a que el ojo no se acomodara. Y, emocionalmente, he evitado paralizarme y hundirme.

Cuando te falla un sentido tan importante como la vista te das cuenta de que los otros sentidos se agudizan y te ayudan. También crece el ingenio creativo: toda nuestra naturaleza está preparada para responder a una emergencia y recobrar la normalidad. Ahora bien, es necesario tener espíritu de lucha y perseverancia, sin mirarse el ombligo.

Otra cosa que me ocurrió es que descubrí que hay muchísimas personas que sufren de la vista. Comencé a hablar con feligreses y vecinos del barrio que me contaron sus problemas visuales. Uno de ellos fue el que me dijo que tuviera mucha paciencia, pues a él le costó varios años recuperarse de un accidente ocular similar al mío.

Saber que las patologías oculares afectan cada vez a más gente me hizo consciente de la importancia de cuidar la vista y ayudar a quienes sufren a mejorar sus condiciones.

Pasó más de un año. Pero este periodo de tregua y mejora… iba a verse dramáticamente truncado.

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