Cuando hace siete años inicié mi proceso hacia la curación,
yo era la típica persona con tensión arterial alta, estrés, sobrepeso y un
colesterol “por las nubes”. Es una tendencia familiar, cierto. Pero mis hábitos
de vida dispararon los niveles.
Siempre creí, como la mayoría de personas, que el colesterol
es un factor de riesgo elevado de padecer trastornos cardiovasculares. Pero
nunca fui consciente del todo hasta que no tuve el trombo venoso. Ahora bien,
¿fue esto ocasionado por el colesterol? En realidad hubo una confluencia de
factores, y quizás el más importante no fue este. Hoy quiero compartir con
vosotros lo que he aprendido del colesterol.
Qué es
Es una grasa y, de entrada, debemos saber que es
imprescindible para la vida. Tenemos colesterol en nuestro cerebro, en las
membranas de todas nuestras células, en la sangre. Es un componente de varias
hormonas y tejidos. ¡Lo necesitamos para vivir! Ahora bien, es una grasa que
nuestro cuerpo sintetiza en el hígado, por tanto, no es necesario ingerirlo con
la comida en grandes cantidades. Y ¿qué ocurre? Que nuestra alimentación
occidental incluye demasiadas grasas saturadas y mucho colesterol. También los azúcares refinados y el alcohol pueden terminar convirtiéndose en colesterol dentro de nuestro cuerpo. Como todo, el
exceso es perjudicial.
El colesterol se suele dividir en dos categorías, el
“bueno”, o de alta densidad (HDL por sus siglas en inglés) y el “malo” o de
baja densidad (LDL). En realidad, estos dos compuestos no son colesterol, sino
unas proteínas que lo transportan. Cuando van del hígado a los tejidos, son las
LDL. Lo que hacen es llevar el colesterol allí donde hace falta. Las proteínas
HDL son las que llevan el colesterol sobrante al hígado para ser eliminado.
Pero, ¿qué ocurre cuando hay tanto colesterol que el hígado no da abasto para
procesarlo? Pues que las LDL lo vuelven a llevar a los tejidos, y lo van
depositando allí donde pueden y donde la grasa molesta menos. Por ejemplo, en
las paredes de los vasos sanguíneos. Hasta que se forman unas placas o ateromas
que van obstruyendo el paso de la sangre y pueden llegar a bloquearlo. Entonces
se producen los trombos, ictus, embolias y otros accidentes vasculares.
Como el colesterol se forma en el cuerpo, la solución
natural es ingerir pocas grasas que lo contengan, las mínimas posibles, es
decir: grasas saturadas, hidrogenadas y de origen animal. No hay peligro en
tener carencias de colesterol. Tomando aceites vegetales buenos, semillas y
pescado azul ya tenemos las grasas beneficiosas que necesitamos.
Los fármacos anti-colesterol ¿son realmente necesarios?
De entrada, os diré lo que me comentó el cardiólogo en mi
última visita. “No te obsesiones con el colesterol. Cada año bajan los valores
orientativos para dar más negocio a las farmacéuticas.” Hay límites que son
altos, pero no tan graves como otros factores, como la hipertensión. Con una
buena dieta, ejercicio y control del estrés es suficiente.
El caso es que cuando uno tiene el colesterol alto de
inmediato se le mete miedo y se le recetan las conocidas estatinas. Es más, se
le suele decir: tendrás que tomar esto de por vida. ¿Sabéis que las estatinas
son los medicamentos más vendidos del mundo? ¿Y que sólo en España generan un
negocio anual de casi 900 millones de euros? ¿Y que cada vez que los médicos
deciden bajar el límite “normal” de colesterol están incorporando al negocio millones
de pacientes-consumidores?
El colesterol es un negocio millonario. Tengámoslo en
cuenta. Muchos médicos así lo admiten y tienen la honradez de explicarlo. Como
por ejemplo el Dr. Juan Gervás en su libro Sano
y Salvo, donde denuncia el mito del colesterol y los abusos que se cometen
desde el mundo sanitario y farmacéutico.
¿Qué ocurre con las estatinas? Que tienen efectos
secundarios, en algunos casos muy graves. El más conocido es que daña las
fibras musculares. Lo menos que puede producir es dolor, lo peor ha sido que en
algunos casos ha provocado la muerte del paciente por destrucción de músculos y
fallo renal al intentar eliminarse las proteínas descompuestas que intoxican la
sangre. Por este motivo han sido retirados algunos de los fármacos anti-colesterol
más potentes.
Alternativas naturales
Como dice el Dr. Gervás, el mejor antídoto es abrazar la
vida con pasión, seguir una dieta mediterránea, hacer ejercicio, amar a los
tuyos, no obsesionarse y olvidarse de los análisis y el control exagerado. Si uno
lleva una vida sana y con alegría, es muy difícil que el colesterol sea un problema.
Como señala este médico, en personas saludables que no han tenido accidentes
cardiovasculares previos ni otras enfermedades la medicación anti-colesterol no
solo es inútil, sino perjudicial. En estos casos, el supuesto remedio es peor
que la enfermedad.
Ahora bien, si uno tiene tendencia a tener colesterol alto,
o quiere bajarlo, hay muchos remedios y ayudas naturales eficaces y sin
riesgos.
Hay alimentos deliciosos que ayudan a regular el colesterol:
el ajo, la cebolla y el limón se llevan la palma. Pero también la manzana, la
alcachofa, los frutos secos, el pescado azul, el lino, los cítricos, la
remolacha y, en general, todas las verduras y hortalizas.
El arroz rojo es otro alimento que podemos incorporar a
nuestra dieta. De este arroz se obtiene una levadura que tiene un efecto
similar a las estatinas pero sin contraindicaciones. Hay numerosos suplementos
en cápsulas que lo contienen. Yo he tomado algunos y me han ido bien, lo he
comprobado con mis análisis de sangre.
Otras plantas medicinales que ayudan son las que activan la
función hepática: alcachofera, cardo mariano, rábano, malva, zaragatona. Como
especias y condimentos, la cúrcuma y la canela.
Finalmente, el estrés es un factor que dispara el
colesterol. Por mucho que te cuides, si no cuidas también esta parte de tu
vida: las emociones, tu actitud, cómo afrontas el trabajo diario… tu hígado se
saturará y generará más colesterol de la cuenta.
¿Qué tiene que ver el colesterol con la vista?
Un estudio reciente de la universidad de Málaga parece que
ha probado que niveles altos de colesterol reducen la capacidad visual
cromática, es decir, la intensidad con que vemos los colores. Además, el
colesterol elevado daña el córtex visual, la zona del cerebro donde se genera
la vista. En este enlace podréis leer más información.
Como siempre, lo que afecta a todo el cuerpo afecta también
a nuestros ojos. Y, en este caso, la vista nos alerta. Si los colores se apagan
y la visión se va volviendo borrosa, ¡ojo al dato!
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