domingo, 6 de julio de 2014

La dieta paleolítica

Hace aproximadamente un millón de años que el Homo sapiens camina sobre el planeta. En toda su historia, ha sido recolector y cazador y se ha alimentado de lo que encontraba en la naturaleza para sobrevivir. Solo en los últimos 10 000 años, a partir del nacimiento de la agricultura, se ha hecho sedentario y ha comenzado a alimentarse de granos, cereales, harinas y otros productos elaborados y cocinados. Diez mil años, en términos de evolución biológica, son muy poco, casi nada comparados con los restantes novecientos mil. Por eso sucede que el organismo humano no está totalmente adaptado para digerir y asimilar ciertos alimentos artificiales. Estos producen alteraciones en el funcionamiento digestivo y en los tejidos y órganos. Si los nutrientes forman moléculas muy grandes que el cuerpo no puede asimilar, la reacción del cuerpo es como ante una invasión de bacterias o virus: el sistema inmune se pone en marcha. Las células, previniendo una intoxicación, retienen agua y se hinchan. Así se produce un estado general de inflación y alerta en el cuerpo. Este estado, mantenido de forma continua durante mucho tiempo, consume mucha energía, acaba por deteriorar la salud y se manifiesta en diversos trastornos: malas digestiones, estreñimiento, gases, alergias, problemas de la piel, hipertensión, exceso de colesterol en sangre, edemas, insuficiencia renal…

Todo esto, ¡producido por la alimentación! De ahí que cada vez más médicos y nutricionistas señalen la dieta del hombre prehistórico como una alternativa para mejorar la salud. Lo que el hombre comía en su estado natural, como cualquier primate, es lo que realmente nuestro organismo está preparado para asimilar.

Los expertos en el tema también hablan de la dentadura y el aparato digestivo humano. Los dientes señalan muy bien qué clase de comida es la más adecuada para nosotros. Tenemos 8 incisivos, dientes planos y cortantes idóneos para cortar frutas. Después, tenemos 16 molares, para masticar y triturar fibras vegetales. Y finalmente tenemos solo 4 colmillos, y no muy afilados, para desgarrar carne de pequeños animales. En cuanto a nuestro sistema digestivo, tenemos un estómago de tamaño pequeño con ácidos y enzimas para digerir proteínas, grasas y azúcares y un intestino largo para digerir azúcares, grasas y, finalmente, procesar la fibra, que ayuda a mantener la flora intestinal y a retener el agua necesaria para la digestión.

Por tanto, los dientes y nuestros órganos digestivos nos indican el tipo de dieta natural para el ser humano: principalmente frutas, semillas que se puedan partir con las manos, tubérculos, raíces, vegetales de hoja y de tallos tiernos y, puntualmente, algo de proteína animal. No somos como los grandes carnívoros que desgarran animales crudos. En realidad, el hombre comenzó a comer carne cuando se desplazó a zonas frías donde había escasez de vegetales comestibles y tuvo que cazar, aprendió a dominar el fuego y gracias al asado pudo consumir carne más tierna. La cocción permitió que también la pudieran tomar niños y ancianos con dientes frágiles. En zonas marítimas o fluviales la fuente animal de proteínas fue el pescado, el marisco, los moluscos y, en las selvas, los gusanos e insectos.

A partir de la dentadura y nuestro sistema digestivo, los médicos expertos en el tema apuntan a que el 85 % de nuestra dieta debería ser de origen vegetal, incluyendo una buena parte de verduras y frutas crudas. El 15 % puede ser de origen animal, optando por las carnes, pescados y huevos (alimentos sin procesar). Los cereales deberían tomarse con mucha moderación ―no todo el mundo está bien preparado para digerirlos―. Y los lácteos quedarían eliminados, salvo el yogur porque es leche pre-digerida. Las harinas y los lácteos son causantes de las múltiples intolerancias que están surgiendo cada vez más al gluten y a otros productos.

¿Cuál es la dieta prehistórica? Justamente esta: la que incluye solo alimentos tal como los podemos encontrar en la naturaleza, es decir, animales y plantas. Lo preferible, siempre, es que tanto la carne como los vegetales sean de origen ecológico para evitar las intoxicaciones químicas.

Con esta dieta no hay problemas de carencias nutricionales ni de sobrepeso, porque no engorda. Puede incluso revertir los procesos de inflamación y diversas patologías causadas por los malos hábitos alimentarios.

Para animar y enriquecer esta dieta, podemos echar mano de las especias, las hierbas aromáticas y  el aceite de oliva virgen prensado en frío. Además, hierbas y especias tienen muchas propiedades de las que hablaremos en otras ocasiones.

Para la visión una dieta paleolítica moderada en carne es estupenda: aporta muchos antioxidantes y vitaminas A, C, E gracias a las verduras y frutas. Y minerales importantes para la vista, como el cinc, con los frutos secos, las hortalizas, los huevos, el pescado y la carne magra. Es especialmente indicada para personas con sobrepeso, pues seguirla adelgaza bastante rápidamente.

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