domingo, 17 de noviembre de 2013

Un cambio y una fuerte recaída

En verano del 2010 me trasladé a un nuevo destino parroquial. Tras 17 años en Badalona, vine a Barcelona, donde ahora resido. El cambio supuso un gran traslado, mucho material, ropa, libros… Toda una vida en la que vas acumulando cosas ¡cuesta de transportar!

Aunque me apetecía un cambio y los últimos meses en Badalona gocé de salud espléndida, todo traslado supone una carga extra de tensión, emociones, cansancio y adaptación al nuevo medio, a la nueva gente y a otro ritmo de vida. En este caso, además, vine a una parroquia con mucha feligresía y una comunidad muy activa, de modo que mi ritmo, si ya antes era fuerte, ahora se volvió trepidante.

Por otra parte, la casa donde vine a vivir no estaba en condiciones y tuve que adecuarla. Son unos bajos donde hay mucha humedad. Ese otoño y luego, en invierno, hizo mucho frío y esto me pasó factura. Mis defensas bajaron, pillé unos resfriados muy agresivos, con tos persistente que me dejaba extenuado. Y, para colmo, en diciembre de 2010, después de más de un año y medio de tregua, mi ojo volvió a dar señales de actividad edematosa. Volvieron las distorsiones visuales y tuve que pincharme de nuevo. Desde entonces, y durante estos años, me han tenido que inyectar regularmente en el ojo.

Volví a sentirme fatal, pues esto frenaba mi actividad. Además, en la nueva parroquia, los feligreses se implicaron mucho con mi problema ocular. Me sabe mal preocuparlos en exceso, pero cada vez que me pinchan debo suspender mi actividad durante unos días, así que no hay manera de evitar su preocupación. Debo agradecer mucho el cariño de tantos feligreses y amigos que me han recomendado médicos, clínicas, fármacos y suplementos para la vista. En este sentido me he sentido muy reconfortado por el apoyo tan incondicional de la comunidad, así como con los compañeros que me han suplido cuando lo he necesitado.

Esta etapa de catarros continuos y recaídas fue dura. Veía que había perdido todo lo que había conseguido y que me estaba estancando. Es entonces cuando volví a replantearme todo: mi alimentación, mi trabajo, mi ejercicio y mi descanso. Todo esto lo había descuidado un poco en el último año, al encontrarme mejor. Bajé la vanguardia y me aceleré. Ahora no podía consentir caer en el desánimo. Mucha gente confiaba en mí y no podía fallarles. De  manera que me dije: comienza de nuevo, no te rindas, tira hacia adelante.

Y fue justamente en esta época cuando conocí a una persona que sería decisiva en el rumbo de mi curación. Pero esto lo contaré otro día.

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